-Abuelo – dijo
Alejandra llorando – no mates a Lacros
-Tranquila
Alejandrita – el anciano abrazó a la niña.
“Cuando las
energías se lo permitían lograba abrir los ojos, aunque solo distinguía sombras
a su alrededor. Sombras que se movían en silencio en un mundo sin sonidos, solo
hecho de luces. Las energías no le duraban mucho más que unos segundos y caía
nuevamente en el sueño profundo. A veces, cuando abría los ojos, una de las
sombras tenía su cabeza en las piernas y le daba de beber líquidos dulces y
tibios, pero no podía mantener los ojos abiertos por mucho tiempo.
Un trueno rompió
el silencio de su habitación y lo obligó a abrir los ojos de par en par. La
oscuridad era cómoda para su vista y el trueno había sido el único sonido que
había sentido en todas sus incursiones por la realidad. Esta vez logró sentarse
gracias al fuerte sonido. Su respiración era rápida y estaba transpirando frío,
estaba vestido con una túnica blanca, mojada en los bordes. La habitación en la
que se encontraba era sencilla, cuatro muros de bambú con un techo de madera y
paja, una ventana de pergamino translúcido y una puerta corredera del mismo
material. Estaba acostado en el suelo, en una colchoneta delgada hecha de
género y plumas, y tapado con una gruesa manta de lana.
Sentía la sangre
golpeando su cabeza y le costaba recordar lo que había ocurrido. Había un dolor
punzante en el pecho, pero lo importante es que aún sentía. Estaba vendado y
aunque pensaba que había estado varios días inconsciente, estaba limpio y
perfumado. Quien quiera que se estuviera preocupando por él, lo había hecho con
esmero.
Afuera, solo se
escuchaba la lluvia y un trueno ocasional. Lo demás solo era silencio. Se
sentía mareado y cansado, débil. Intentó ponerse de pie pero le fue imposible,
azotó el cuerpo contra el piso de madera y el golpe lo dejó sin respiración
enseguida. Arrastrándose, logró llegar a la ventana y abrirla. El aire frío de
la lluvia entró enseguida, haciéndolo sentir fresco y revitalizado, pero aún
adolorido. Cuando los relámpagos iluminaban el cielo
alcanzaba a distinguir una pileta de piedra más allá de la ventana, rodeada por
un jardín de flores de colores y arboles de bambú.
Se sentó
apoyando la espalda en el muro, dejando sobre él, la ventana desconocida. Un
golpe de memoria dio contra sus ojos, el rostro de Zagal y el fuego a su
alrededor. Comenzó a explorar su mente en búsqueda de una respuesta de lo
ocurrido, lo último que recordaba eran las llamas envolviendo a Efrón y el
palacio de jade desmoronándose. Y las sombras, lo que más recordaba eran las
sombras.
Se arrastró,
sintiéndose patético por ni siquiera poder ponerse de pie, hasta llegar a la
colchoneta de plumas y cerró los ojos nuevamente. No le costó conciliar el
sueño, pero las pesadillas atacaron como todas las noches conscientes, aunque
esta vez era distinto: Zagal estaba parado frente al trono de Eris y en el piso
estaban Mish y el emperador de Jade, en vez de Ania y su padre.
-Siempre tarde
Lacros, siempre tarde – dijo Zagal bajando las escaleras que llevaban al trono.
Cada paso que
daba Zagal dejaba llamas. Lacros estaba inmóvil, paralizado y Zagal se
acercaba. Abrió los ojos y la lluvia ya se había detenido. El sol entraba a
través de la ventana abierta. Algunas gotas aún caían desde el tejado y el
cielo despejado se veía más azul que de costumbre. La lluvia había limpiado el
aire.
-Aun cuando la
tormenta puede destruir todo a su paso, el día siguiente es de paz y belleza –
dijo una voz.
Lacros movió la
cabeza hacia donde venía la voz. La puerta estaba abierta y en el umbral, un
hombre delgado de ojos rasgados, y totalmente calvo lo observaba. El hombre entró a la habitación con calma y
se sentó sobre sus piernas, frente a Lacros.
-Mi nombre es
Kua-Yi, y este es mi hogar, Lacros.
-¿Cómo sabe…
-¿Quién eres? –
lo interrumpió – Te he observado, todos nosotros te hemos observado. No es
casualidad que llegases acá, aunque no esperé que fueras tan testarudo de
enfrentarte al demonio Zagal tan pronto, no contaba con aquello.
-¿Todos?...
¿Quiénes?
-Los Dragones de
la Espada. Ahora vístete, enviaré por ti – el hombre se levantó con calma y
caminó hacia la puerta – debes estar hambriento, las respuestas las tendrás,
después de comer.
No lo había
notado, pero sentía el estomago vacío. No sabía cuantos días había estado
inconsciente, pero debían ser varios. Tenía vendajes limpios y al parecer las
heridas comenzaban a sanar.
-¿Cuántos días…?
-Treinta lunas –
le respondió el hombre mientras salía.
Al cabo de un
rato, dos mujeres de ojos rasgados entraron a la habitación. Ambas eran pálidas
como la nieve, de cabello oscuro y liso, amarrado en un perfecto moño, dejando
sus caras descubiertas. Las mujeres no dijeron nada, solo entraron con una
reverencia y desnudaron a Lacros, luego le pusieron una túnica verde y dorada y
lo ayudaron a levantarse. La más joven salió rápidamente y volvió con dos
muletas hechas de bambú.
-Gracias – susurro
Lacros
Las mujeres no
respondieron, solo hicieron una reverencia y salieron de la habitación. Lacros
las siguió con dificultad, sentía las piernas entumecidas y los músculos torpes
y agarrotados. Las mujeres lo guiaron hasta un salón pequeño, con una chimenea
y un muro de ventanas de papiro. Arrodillado en el piso, frente a una mesa
baja, estaba Kua-Yi, bebiendo de una taza de madera.
-Lacros, por
favor, siéntate.
La mujer más
joven trajo un cojín y lo puso en piso, frente a Kua-Yi; luego, ayudo a Lacros
a sentarse. En la mesa había pescado al salazón, una tetera con té verde, una
taza de madera, pan recién horneado y huevos revueltos. La mujer mayor entró
con una bandeja y dejó también mantequilla recién batida y pasta de huevos de
pescado. Le sirvió una taza a Lacros y luego se retiró con una reverencia.
Por un largo
momento estuvieron en silencio. Se escuchaban un par de aves cantar desde el
jardín, pero todo lo más estaba cubierto por el silencio. Lacros tomo la taza y
bebio un trago. El té era dulce y suave, pero sintió cómo su garganta se
inflamaba y comenzó a toser. Kua-yi lo observó.
-No te apresures
Lacros, cuando llegaste aquí tu cuerpo estaba demasiado dañado. Tomará tiempo
para que te recuperes por completo, pero te quedarás aquí hasta que eso ocurra.
-¿Dónde estamos?
– pregunto Lacros aclarando la voz.
-Esta zona es
conocida como los Dedos del Cielo. Estamos en lo más profundo de las montañas
Verdes, donde los azotes de la guerra jamás llegaran.
-¿Guerra?
-Has estado
mucho tiempo inconsciente Lacros, comprendo que tengas muchas preguntas y las
responderé. Debes suponer que el imperio de Jade cayó, Jade mismo ardió en
llamas. Dos semanas después fue Eris mismo que cayó en las garras de Zagal, el
castillo Azul fue derribado y Eris totalmente arrasado. Ahora ambos imperios
fueron reducidos a pequeñas localidades. Aún no tenemos claridad de cuál es el
objetivo de Zagal, pero sabemos que ha zarpado hacia Boros y las ciudades
mercantes del sur de Eris.
-¿Cómo es
posible? – Lacros estaba impactado, no podía entender qué motivaría a Zagal a
tales actos.
-Creemos que
Zagal busca algo, un arma que los antiguos Dragones escondieron, un artefacto
tan poderoso que incluso puede regresar a la vida a los muertos. Claro que yo…
creo que Zagal no es Zagal.
-¿Quiénes son
los Dragones? ¿Cómo Zagal no es Zagal?
-Bueno, hace
miles de años, la familia de los Dragones se reunieron para forjar los
imperios. Ellos eran grandes magos y excelentes guerreros, los mejores que la
historia pueda recordar. Existían en ese momento seis hijos, cada uno fundó uno
de los grandes imperios que conocías, Lacros. Eris, Jade, Sol, Boros, Cuis y
Aleryion. Cada imperio fue formado sobre una espada, pero Aleryion tenía otras
intenciones. Levantándose contra sus hermanos, Aleryion creó una espada de
oscuridad y tinieblas, capaz de acabar con los otros cinco imperios. Claro que
el Conclave, es decir, los emperadores Dragón de los otros imperios, no lo
permitirían y encarcelaron a Aleryion El Loco y escondieron la espada. Aleryion
prometió venganza cada día que se pudrió en las cárceles de Jade. Los cinco
Dragones restantes tomaron sus espadas correspondientes y se autoexiliaron,
sabiendo que sus creaciones eran peligrosas para el mundo. El pueblo olvidó a
la familia de los Dragones y las guerras entre los imperios, los cambios
históricos, los nuevos dioses y los antiguos, ayudaron a cubrir de nieblas la
historia de las seis espadas.
-¿Zagal busca la
espada de Aleryion?
-Así es. Hasta
donde sabia Aleryion, su espada debía estar en Jade, pero fue Jade misma quien
la escondió lejos del alcance de su hermano. Si Zagal encuentra a Aleryion, el
mundo correría un riesgo incalculable, pero si lo que pienso es verdad, Zagal
sabe más de lo que pensamos. Zagal está buscando las otras cinco espadas
también, ya que sabe que solo las cinco espadas Dragón pueden detener a
Aleryion.
-Y si él tiene
las seis será invencible.
-Exacto.
-¿Quién eres?
-Yo, como te
dije, me llamo Kua-Yi y soy el último Dragón de Jade. Tú ya conociste a la
última Dragona de Eris, que por desgracia murió a manos de Zagal.
-¿Ania?...
entonces su hijo…
-Eres
inteligente Lacros. Existía el rumor de que Aleryion había tenido un hijo
bastardo antes de ser encarcelado, pero no teníamos la certeza.
-Zagal…
-Solo el
descendiente de Aleryion puede blandir su espada o la de sus hermanos. Solo un
Dragón puede utilizar la espada de un Dragón.
-¿Qué tengo que
ver yo en todo esto?
Kua-Yi tomó un
trago más de té y cerró los ojos.
-Así como lo
sabía Nana, protectora de los Dragones, todo descendiente de Dragón es seguido
de cerca por sus protectores. Nana tenía la misión de vigilar a Ania y
revelarle la procedencia de su sangre cuando fuese mayor. Por desgracia Nana no
logro evitar que Zagal la asesinara y Ania no dejó herederos, perdiendo la
línea de Eris – Kua Yi se detuvo un momento y observó fijamente a Lacros –
Balum tenía por misión vigilar al Dragón de Boros. Los sueños de revolución de
Balum y de Nana los segaron y no les dejaron ver la real identidad de Zagal y
de su padre.
Lacros tardó
unos segundo en entender lo que Kua-Yi le había dicho. Se quedo en silencio.
Kua-Yi se levantó y se acercó a la ventana.
-La línea de
Eris se ha perdido, no podía permitir que la de Boros se perdiera también. Yo
estoy viejo y no puedo tener herederos. Los antiguos dioses son crueles.
Perdimos noticias de los herederos de Cui y de Sol hace cientos de años, solo
quedas tú Lacros, solo tú puedes derrotar a Zagal Aleryion, solo tú Lacros
Boros.