- ¿Unojo era bueno abuelo?
- Difícil saberlo. Pero Lacros tenía más motivos para aceptar.
Más que la venganza, Lacros buscaba respuestas…
“Lacros caminaba sin prisa por el
camino de los antiguos reyes, en dirección a los puertos Grises. Llevaba al
caballo de las riendas detrás de él.
A su lado caminaban Gaudo y Skairs. Ambos lo acompañarían solo hasta el próximo
pueblo, luego el viaje dependería de Lacros.
Skairs solo observaba el camino y avanzaba, pero Gaudo masticaba
maldiciones en voz baja con cada paso.
-¿Todos buscamos a Zagal? – Le preguntó Lacros a Unojo antes de partir.
-Sí, todos nosotros, pero cada uno por un camino distinto. Algunos solo
buscaremos información y los mantendremos al tanto de todo.
-¿No es mucha gente para detener a un solo hombre?
-Conoces a Zagal mejor que nadie, muchacho. Si mal no recuerdo a ti ya se
te escapó una vez. Además, es seguro que no estará solo.
-Usó trucos sucios…
Zagal sacó la espada ensangrentada del rey.
Lacros, alterado al ver muerta a
la princesa, atacó sin pensar. Zagal esquivó cada uno de sus movimientos.
Lacros luchaba contra su ira y contra Zagal, estaba confundido y distraído.
Zagal había entrenado junto a él desde pequeños. Juntos se transformaron en
guardias del castillo Azul; y juntos habían sido nombrados guardia real. Fueron
compañeros; y lucharon lado a lado hasta la batalla de los campos Ruby.
-Que estuviera en pie y que asesinara al rey y a su hija fue el más sucio
de sus trucos – Dijo Unojo – Zagal ya no es cualquier hombre.
-Lo sé, yo lo vi – Respondió Lacros en voz baja.
Cuando ya habían llegado al pueblo, Skairs automáticamente descargó su mula
y su caballo y comenzó a armar un puesto de venta de frutas. Gaudo lo ayudaba
sin dejar de murmurar maldiciones contra Lacros.
-Debe ser difícil vender frutas sin lengua – Dijo Lacros.
-Es solo una fachada – ladró Gaudo – Será mejor que tú te largues. No sé
qué tendrás de especial para que Unojo te envíe directamente con Zagal.
-Pregúntaselo a tu oreja – Respondió Lacros mientras se retiraba.
Gaudo quedo a su espalda, ladrando maldiciones, pero Lacros no prestó
atención. Caminó hasta la salida del pueblo. Si se daba prisa, en dos días
llegaría a los puertos Grises.
Subió a su caballo y comenzó a cabalgar, primero a paso lento. Acariciaba
el cuello del caballo y le susurraba al oído, palabras que alguna vez aprendió
de viajeros de otras tierras. Las palabras hacían al caballo entrar en
confianza con él y cabalgar más rápido.
Salió de la arboleda y comenzó a cabalgar por un campo enorme. Solo las
montañas a más de tres días desde donde estaba interrumpían la vista. Algo le
parecía conocido de aquel campo, pero no podía encontrar qué.
-¿Qué ocurrió en los campo Ruby? -
Le preguntó Vetrz a Lacros mientras Unojo y Gaudo cargaban el caballo.
-Murieron muchos que no debieron – Respondió seco Lacros.
-Según los libros, fue allí en donde se decidió la victoria del antiguo
reino sobre la revolución.
-Se decidió mucho más que eso…
-Pero luego con el extraño asesinato del Rey y de su heredera, la
revolución tomó el control de la región y con él, todo el Antiguo Reino Azul.
-Y el castillo Azul se derrumbó y la guardia del rey quedó en la calle –
Respondió Lacros alejándose.
Unojo se acercó a Vetrz. Lacros tomo
distancia del grupo.
-En los campo Ruby murieron hombres buenos Doctor – Le dijo Unojo a Vertz –
Lacros fue uno de ellos.
Lacros continuaba cabalgando y el sol seguía bajando con rapidez. El campo
se quebraba de repente, bajando en un valle profundo alrededor de un río
rojizo, conocido por los locales como el Brazo Ruby. Lacros recorrió los campos
Ruby sin darse cuenta hasta que llego al río, pero por mucho que odiara estar
en ese lugar, ya era tarde para regresar al pueblo anterior. El Antiguo Reino
había cambiado mucho desde que la Revolución lo tomara y lo despedazara en
miles de pequeñas provincias. Solo habían pasado veinte años.
Lacros bajó por el valle con el caballo detrás. Buscó un lugar cerca del
río y montó su campamento. Mientras construía su refugio, miraba el cielo con
recelo. En cualquier momento oscurecería y odiaba la noche. Más estando cerca
del Ruby.
Juntó agua en un balde de madera y la dejó cerca de su caballo, luego se
metió en su tienda y sacó un pellejo de vino fuerte y un trozo de carne seca.
La fogata era lo único que sonaba afuera. Estaba a punto de cerrar los ojos
cuando sintió ruidos. Tomó su espada y salió. No veía al caballo por ningún
lado. El Ruby corría tan lentamente que ni siquiera se escuchaba. Estaba tan
oscuro que parecía ser una noche sin luna.
Vio un resplandor azul entre los matorrales. Se comenzaron a escuchar
pisadas, cientos. Se sentía rodeado. De pronto, las orillas del Ruby estuvieron
plagadas de resplandores. Se comenzaron a escuchar los gritos de los guerreros
y de las espadas. Uno de los guerreros espectrales atacó a Lacros. Con
dificultad evadió el golpe. Unos metros más allá lo vio. Era Zagal, observando
la batalla desde arriba de una roca en la orilla. Confundido, se levantó y se
abrió paso a golpes de espada hasta Zagal. Cuando estaba a unos pasos, gritó.
-¡Zagaaaaaal! – la ira se escuchaba en su voz.
Zagal se dio media vuelta y lo miró.
-Te lo dije Lacros, el Ruby está maldito, quien muere en él luchará por
siempre. Las aguas del Ruby son la sangre de los guerreros de antaño.
Un espectro se acercó a Lacros. Este extendió su espada y comenzó a luchar,
siempre intentando llegar hasta Zagal, pero cada vez que lo intentaba, un grupo
de espectros lo repelía hasta las orillas. Algunos caían al río y otros
peleaban contra otros espectros. Miraba los rostros de los muertos, algunos los
había conocido. Zagal lo observaba desde lo alto de una roca y reía.
-¡Nos traicionaste! – Gritó Lacros – ¡Eras mi hermano y me traicionaste!
-¿Yo soy el traidor? – Dijo Zagal bajando de la roca – Fuiste tú el que me
abandonó a la orilla del Ruby. Tú me dejaste morir.
-Sobreviviste – Respondió Lacros sacándose de encima a los guerreros –
Desapareciste, busqué tu cuerpo. Luego, apareciste en la sala del rey.
Prometiste cuidarla.
-¡Tú prometiste cuidarla Lacros! – Gritó Zagal – Ella te eligió a ti, no a
mí.
Un espectro derribó a Lacros. Zagal puso su pie sobre el pecho de Lacros y
levantó la espada.
-Tú fallaste – Dijo Zagal.
Lacros abrió los ojos. Seguía en la tienda. El pellejo de vino estaba
vacío. El Ruby corría con calma y su
caballo estaba donde lo había dejado. El sol casi salía, en el cielo no
quedaban estrellas. Desarmó el campamento y cargó nuevamente su caballo.
Muy bueno , me dejaste enganchada , espero la próxima
ResponderEliminaresta muy bueno el segundo capitulo!!!
ResponderEliminarHermoso.. no tiene mas palabras sigue asi que espero el tercer cap
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