-¿Lacro será capaz de derrotar a
Zagal?
-Eso él no podría saberlo, Alejandra.
“El puente del Sombra Espumosa se
dejó caer sobre Zafiro, una de las provincias comerciantes del imperio Jade.
Jade era la capital del imperio,
que reunía una serie de islas que se esparcían como manchas en los mapas. Jade
era la isla mayor, que le daba también nombre al imperio. Antes del imperio,
las islas se gobernaban a sí mismas, dando lugar a piratas y traficantes que
arruinaban a las islas de su alrededor, quemando pueblos y robando todo lo que
encontraran. Zafiro y Jazmín habían sido siempre islas comerciantes y eran las
más cercanas al mar de gusanos. Ahora esas dos islas eran la puerta de entrada
al imperio más viejo en el mundo.
Lacros descendió por el puente
detrás de Mish y de su hermano Efrón. Antes de que tocara tierra, miró hacia
atrás.
-Debo quedarme en mi barco y
seguir mi ruta – le había dicho Derio antes de bajar el puente.
-Y será mejor que yo regrese a
Eris – dijo Nana
-Comprendo – respondió Lacros –
fue un gusto volver a verte Derio. Envíale mis noticas a Unojo, Nana.
Apenas Lacros pisó las tablas del
puerto de Zafiro, los marineros del Sombra Espumosa subieron el puente y los
tres que se quedaron vieron como el barco se alejaba a gran velocidad,
levantando pequeñas olas en la calma de la costa.
Lo primero que hicieron, después
de que el Sombra Espumosa desapareciese en el horizonte, fue buscar un
albergue. Encontraron uno detrás de los puestos comerciantes de algas y
corales. Lacros agradecía el haber llegado a tierra. Si bien el Sombra Espumosa
era un barco rápido y suave al surcar las olas, el paisaje repetitivo del mar
infinito se había vuelto en una prisión para él. Había transcurrido una semana
y media desde que zarparon de Boros.
No habían pasado ni cinco minutos
de estar sentado cuando sintieron que alguien golpeaba la puerta de la
habitación. Lacros aseguró su espada y Efrón observó sin sacar la mano de la
empuñadura. Lacros abrió la puerta con cuidado. Afuera no había nadie, pero en
el piso había un sobre cerrado con un sello que mostraba un ojo asegurándola.
Lacros cerró la puerta luego de tomar la carta. La abrió rompiendo el sello de
cera rojo.
“Lacros, Efrón y Mish
¿Pensaste que te dejaría recorrer
el enorme imperio de Jade solo? Si estás leyendo esta carta es que has llegado
a Zafiro. He recibido información importante que dice que Zagal avanza entre
las sombras hacia Jade, la capital del imperio. Según mis fuentes, Zagal robó planos
del templo Jade, hogar del emperador. Al parecer, después de diez años, Zagal
no ha perdido el gusto por la realeza. La familia Jade ha reinado el imperio
desde hace más de mil años. El emperador actual lleva doce años en el poder y
aún no tiene herederos. Difícil para un niño de catorce años claro está. Aún no
sabemos por qué Zagal quisiera asesinar al emperador de Jade, pero es casi
seguro que ese es su objetivo. Algunos de mis “cuervos” me han informado que
Zagal se ha hecho muy amigo de los gremios de piratas y mercenarios que llevan
miles de años al margen de las islas, desde que el imperio se reestableció.
Debes detenerlo Lacros, a toda costa. Efrón te acompañara, Mish sabe lo que
debe hacer.
Unojo.”
Lacros terminó de leer la carta
en voz alta y miró a sus compañeros.
-Un barco llamado “Serpiente
Marina” zarpará mañana por la mañana – dijo Mish – deberán tomarlo para llegar
a Yite, una de las islas centrales, luego desde ahí, tendrán que buscar la
forma de llegar a Jade. Yo debo ir a Jazmín.
Lacros no dijo nada, solo se
concentró en la carta mientras Mish y Efrón se ponían de acuerdo sobre los
demás viajes. La mente de Lacros estaba intranquila, aún no comprendía como
Unojo podía saber tan bien donde estaba él y donde estaba Zagal. Aún no confiaba
del todo en Efrón y en Mish, ni siquiera en Derio y Nana. Sentía dudas sobre
enfrentarse a Zagal y no estaba seguro de poder derrotarlo.
-¿Lacros, entendiste? – dijo Mish
-Sí, creo haber entendido.
Lacros pasó la noche en vela,
observando por la ventana. Algo adentro de él lo incomodaba y en los últimos
días no se había podido sacar de la cabeza la confesión de Ania hacía tantos
años. Se preguntaba si Zagal se había enterado sobre su hijo antes de matar a
Ania. Derio había dicho que él había tomado el cuerpo de Zagal, pero ¿en qué
momento? Todo era muy confuso y sentía que alguien lo estaba engañando. Se
sentía perdido.
Con cuidado se levantó,
intentando no hacer ruido para no despertar a los hermanos. Salió a la calle y
comenzó a caminar hasta la costa. Estaba oscuro y no había nadie en la calle.
El silencio solo se rompía por el corretear de una rata bajo el muelle, o por
algún gato que maullaba de vez en cuando. El mar se veía oscuro como la noche y
la luna reflejaba su luz plateada sobre la superficie, haciéndola parecer una
placa de Zafiros sólida.
-Nunca vi un mar tan tranquilo –
Lacros volteó y a su espalda estaba Mish.
-No quería despertarte – dijo
Lacros
-No lo hiciste, no podía dormir.
¿Qué sucede Lacros?
-Nada – respondió rápidamente.
-No confías en mí, Lacros, y tampoco en Unojo o en Derio, ni siquiera en
Nana. ¿Por qué aceptaste esto entonces?
-Unojo dijo que solo yo podía
capturar a Zagal
-¿Y tú lo crees?
-No lo sé
-Lacros – Mish se acercó mucho a
Lacros – Debes confiar en ti mismo antes de poder confiar en los demás. No estoy
aquí para dañarte, y lo que ocurrió hace años no fue tu culpa.
La voz de Mish siempre había sido
cálida y profunda. Lacros no podía evitar sentirse nervioso al escucharla.
Además, Mish era una mujer muy atractiva, delgada y de piernas largas y
morenas. Sus ojos eran hipnotizantes.
-Todo esto es tan confuso, Mish.
Todo ha pasado tan rápido. No comprendo muchas cosas y siento que muchas otras
me las ocultan.
-Es verdad Lacros, muchas cosas
se nos ocultan, pero en tu corazón, tú sientes la verdad.
-Lo único que sé con seguridad es
que quiero encontrar a Zagal.
-¿Tantas ansias de venganza
tienes?
-No es venganza, es distinto.
Efrón miró por la ventana en ese
momento. Vio a Lacros y a Mish en la costa hablando. Vio que Lacros explicaba
algo y que luego Mish lo abrazaba.
-¿Tanto necesitas respuestas,
Lacros?
-Diez años, Mish, diez años sin
saber quién soy.
-Eres Sir Lacros, guardia real de
Eris y Espada Juramentada del Castillo Azul.
Mish se acercó y besó a Lacros. Efrón, sentado desde la ventana sonrió.
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