-¿Lacros puede vencer a Zagal?
-Eso ni él lo sabe.
“Efrón despertó a Lacros. Mish ya
había partido, incluso antes de que Efrón despertara. Lacros tomó sus cosas y
dejó unas monedas sobre la mesa de noche. El sol apenas mostraba sus rayos
rojizos al otro lado de la cordillera del Dragón, una cadena montañosa que
había protegido durante cientos de años al imperio de Jade. La mañana era fría
pero los comerciantes ya estaban preparando sus puestos de venta alrededor de
los puertos. Algunos barcos, que habían estado pescando durante la noche, ya
habían anclado en el puerto. La mayoría traía pejesombra y estrellas lunares.
-Debimos salir más tarde – dijo Efrón
en voz baja – mataría por un pejesombra frito.
-El barco que tomaremos saldrá en
al menos dos horas, podemos esperar – Después de la noche anterior, Lacros se
sentía más relajado con la compañía de Efrón o de Mish.
Primero entraron a una herrería.
Aunque Zafiro era principalmente una provincia comercial, esperaban poder
encontrar armas o armaduras. Si llegaban a Jade desarmados y se encontraban con
Zagal, el resultado sería desastroso. En la herrería solo encontraron un par de
placas disparejas de armaduras que habían sido compradas por partes. Efrón
logro encontrar una espada delgada, como la que él ya tenía, pero casi sin
filo.
-Será mejor conseguir equipos en
Jade – dijo Efrón mirando las espadas oxidadas y melladas.
Salieron de la herrería y vieron
una gran multitud correr hacia los puertos. Se miraron extrañados y fueron a
averiguar qué ocurría. El “Princesa Jade”, un barco pesquero había llegado al
puerto sin velas y con la mitad del casco hecho astillas. Todos se reunían
alrededor de los puentes, ayudando a bajar pescadores heridos.
-¿Qué ocurrió? – pregunto Efrón
en la lengua local.
Un pequeño pescador de ojos
rasgados le respondió a gritos, muy nervioso. Los demás que estaban en el
puerto miraban atemorizados al pequeño hombre que explicaba los hechos. Muchos
comenzaron a correr hacia los puestos pesqueros y albergues, esparciendo la
voz. Cuando el pescador terminó, corrió hacia el “Princesa Jade” y comenzó a
descargar a toda velocidad. Efrón se dio media vuelta y tomó a Lacros por el
brazo.
-¿Qué está pasando? – preguntó
Lacros.
-Los pescadores dicen haber sido
atacados por una flota con el estandarte de Eris. Más de cuarenta galeras de
guerra muy bien armadas se dirigen a Jade. Y eso no es todo – Efrón miró a su
alrededor – también mostraban estandartes de Boros, Cuis del Norte, las
ciudades comerciantes, El Nido, Ojogrifo e incluso el Imperio del Sol.
-¿Cómo es posible? ¿Una armada
conformada por todos los grandes imperios?
-Es como si el mundo entero
comenzara una guerra, pero, ¿todos en contra de Jade?
-Esto no puede ser, quizás el
pescador está confundido o quizás…
-Zagal – lo interrumpió Efrón –
Debemos partir a Jade ahora.
Pero con la noticia de los
ataques ni un barco quería salir del puerto Zafiro. Preguntaron a todo
comerciante y pescador, pero todos se rehusaban. Incluso los extranjeros
estaban preparándose para partir hacia Eris, Boros y las Islas Verdes, lo más
lejos de Jade que pudieran estar. Si lo que contaba el pescador era verdad,
pronto comenzaría una guerra de proporciones que jamás se había visto en la
historia. Lacros se sentía nervioso. El actual rey de Eris era un inútil
engreído que jamás lograría una alianza de tal envergadura. Si Efrón tenía
razón y todo esto era un plan de Zagal, ¿Cuánto poder tenía ahora? ¿Cuantos
aliados a su lado?
-¿Llevarlos a Jade? – Dijo un
capitán en el extraño acento de Boros – podría, pero sería peligroso. ¿Qué
ganaría yo arriesgando a la “Sirena Desnuda”?
-Oro – respondió Efrón – todo el
que pidas.
El capitán los miró de arriba
abajo y entrecerró los ojos.
-¿Quién me lo asegura?
-Te entregaré el oro ahora mismo,
pero debemos zarpar cuanto antes y directo hacia Jade, sin desviaciones, sin
retrasos – Efrón tenía la voz dura y decidida.
-Pues entonces está bien,
zarparemos en una hora – respondió el capitán alargando una sonrisa – antes del
atardecer estaremos en Jade.
El capitán gritó un par de
órdenes a sus marineros y la “Sirena Desnuda” comenzó a moverse. Lacros y Efrón
subieron enseguida, justo antes que los puentes se elevaran, mientras el
capitán contaba su bolsa de monedas.
La “Sirena Desnuda” era una
galera comerciante delgada y liviana. Las olas la hacían moverse de un lado a
otro, pero tomaba una gran velocidad, incluso en los ríos que separaban las
pequeñas islas de Zafiro.
Lacros se mantuvo en todo momento
en la proa del barco, observando el pasar de las islas, buscando algún indicio
de barcos de Eris o de cualquier otro imperio. Ya habían pasado horas cuando
divisaron las Torres del Guardián, cuatro construcciones enormes, más altas que
el faro de los Puertos Grises. Las torres marcaban la entrada a Jade y tras
ellas, una enorme nube de humo negro se elevaba.
-Llegamos tarde – Dijo Efrón
-Debemos desembarcar, ahora –
gritó Lacros
El capitán dio la orden y se
acercaron lo que más pudieron a la orilla. Lacros y Efrón bajaron por las
cuerdas de escape y corrieron por la orilla, entrando al puerto de Jade. El
puerto estaba plagado de piratas y soldados con distintas armaduras, luchando a
espada con los guardias de Jade. Ambos guerreros desenfundaron y comenzaron a
ayudar a los guardias. Lacros dio un golpe con la espada a un pirata, quien se
transformó en arena al morir.
-¿Qué es eso? – Preguntó Lacros
confundido.
-Magia Oscura – Respondió Efrón –
ahora estas convencido Lacros, es Zagal, no cabe duda, debemos correr al
palacio de Jade.
Ambos corrieron por los estrechos
pasillos de Jade. En cada esquina encontraban guerreros luchando contra
guardias y piratas. Algunos piratas entraban a las casas y sacaban a rastras a
mujeres y niñas pequeñas. Otros simplemente las violaban en las entradas de las
casas, mientras sus compañeros las detenían.
Lacros vio como un pirata y un
soldado con armadura de Eris comenzaban a rasgarle la ropa a una niña de unos
quince años. Se acercó a toda velocidad y le dio un corte mortal al pirata,
transformándolo en arena. Luego se enfrentó uno a uno contra el soldado de
Eris, mientras Efrón cubría a la niña con la capa desgastada que Lacros le
lanzó, la capa de lana de Balum. Lacros dio un golpe preciso entre la armadura
y el hombre cayó al piso.
-¿Este es real? – Dijo Efrón
-Eris apoya a Zagal… - respondió
Lacros en voz baja.
La niña había dejado de llorar,
pero respiraba agitada.
-¿Dónde están los refugiados? –
le pregunto Efrón.
-En el templo del viento – dijo
la niña entre sollozos.
-Lacros, la dejaré en el templo
del viento y nos encontraremos en la puerta del palacio de Jade.
-Está bien.
Lacros corrió directo al palacio,
dando golpes cada vez que su marcha se lo permitía. Algunos caían muertos,
otros se transformaban en arena. Lacros no comprendía por qué los soldados de
Eris seguían a Zagal, cómo un muerto podía convencer a un rey de declarar una
guerra inútil.
Lacros cruzó las puertas del
palacio a toda velocidad, hasta llegar al salón principal, donde la historia se
repetía. El cuerpo del emperador estaba tirado en las escaleras que subían al
trono y Zagal limpiaba su espada.
-Tarde como siempre Lacros – dijo
Zagal sin darse vuelta.
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